
BITÁCORA DE LA ARTESANA
FABIOLA CARUPIA



Mi casa es donde yo habito, es mi riqueza, mi pensamiento está ahí en esa casa, mi familia, la tranquilidad de mis hijos, la tranquilidad mía, donde puedo estar en paz, con descanso. Todos los días le doy gracias a mi Dios y Pacha Mama y Madre Tierra y Padre Sol que eso es lo que da la fuerza para vivir, y Madre Agua, la naturaleza.
Yo soy de la comunidad Embera pero soy nacida en la montaña, yo no crecí en una comunidad, mi mamá y mi abuela nos levantaron solas en las montañas, nosotros andábamos como desplazados en ese tiempo, yo no podía ni siquiera salir al pueblo cercano. Nosotros somos de una comunidad indígena pero no era de un resguardo así como está ahora que está muy organizado.


Así uno va sacando los diseños y también pensando que las personas que compren las artesanías, compren por algo valioso, algo del universo, diseños que vienen ancestralmente; no diseños de ahorita, como ahora arman los diseñadores. Esto, lo mío, viene ancestralmente: de mis abuelos, de hace tiempos. El diseño que yo manejo con los colores fuertes, ese ha sido mi trabajo y siempre seguiré con esto.



Desde que tenía siete años, mamá nos enseñaba a tejer esterilla, canastra, canastros, collares y manillas. Nosotros hacíamos todo eso pero no para vender, cuando le llegaba una visita a Mamita -como era médica tradicional-, ella le regalaba a los enfermos. Ella primero revisaba si venían con buena o intención o mala intención; o si nos venían a matar. Si todo estaba bien nos decía “bueno muchachitas, entonces vamos a tejer manillitas porque vamos a regalarle un detallito”, y así…
Las manillas que mi abuela regalaba eran para protección, ya iban rezadas, ya iban conjuradas, es parte espiritual.

